Sobre el siglo del desencanto: "Los vigías" de Angelina Muñiz-Huberman

Más cierto que nunca en la época de la posverdad, comparto un breve ensayo lleno de verdad, de la genia Angelina Muñiz-Huberman:

 Los vigías

¿Quiénes son los vigías? Los primeros en enterarse, en advertir y no poder hacer mucho más. Parece que los que ven no son los que actúan. Los de vista y mente claras nunca serán escuchados. Se les considera aves de mal agüero. Para qué hacer caso si aún no nos llega el agua al cuello. Los profetas y las casandras son desoídos. 

    La larga lista de frustraciones de los vígías es una lista de irrealidades y desalientos. No pueden ser detenidos porque son insistentes y nos regalan sus teorías perfectamente estructuradas. Ven lo que no ven los demás, para quienes un caballo de madera nunca será un escondrijo de soldados listos para tomar una ciudad.

    La impotencia se agrega a la lista, amén de la testarudez. Y la mayoría, que siempre se cree que lo que pesa es la verdad, se da el lujo de reírse de los videntes. Realismo se confunde con pesimismo. 

    Grandes vigías sí que hubo. Walter Benjamin advertía sobre los peligros y placeres de las ciudades. Algo que ha llevado al cine el director Wim Wenders. Robert Musil denunció al hombre indiferenciado, sin cualidades. Aldous Huxley ironizaba sobre sobre un venidero mundo feliz. George Orwell denunciaba excesos y barbaridades. Todos, en fin, se preocupan por el avance del tiempo y la fragilidad de las ideologías.

    Otras atalayas que erigieron los vigías proveían visiones muy diferentes. Si el pragmatismo, la razón y el materialismo estaban en vías de derrumbamiento, tal vez el camino era otro y lo inefable reclamaría sus fueros. Posturas de índole mística y espiritual tomaron fuerza. Movimientos renovadores de vanguardia propusieron la antirrealidad: aquello que debe ser descubierto con un mayor esfuerzo y cuyo verdadero ser yace oculto.

    Se actualizaron antiguos mitos y se acudió a las raíces profundas de origen de los tiempos y los sueños. Uno de ellos, el de Orfeo, piedra de toque, renació con los bríos.


Muñiz-Huberman, Angelina. El siglo del desencanto. Fondo de Cultura Económica, 2002, pp. 24-25

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