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Mostrando las entradas de octubre, 2016

Experimento #1

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Abro los ojos y recobro los sentidos. Me doy cuenta de que mis manos tocan algo suave y pegajoso, mis oídos escuchan los latidos de mi corazón y mis ojos observan una habitación sucia, desolada y vacía. Estoy en una esquina, envuelto entre sábanas con una sustancia caliente entre las manos, no le doy importancia. Veo una puerta, al parecer está cerrada. Sin más cuidado me pongo de pie y pierdo el equilibrio por unos segundos, me doy cuenta de que no tengo zapatos ni pantalones. Eso no es importante. Camino a la puerta y la abro con mucha lentitud, ¿por qué mi cuerpo responde de tal manera? Me siento confundido, angustiado e incluso un poco incómodo, no recuerdo haber dejado la habitación donde dormía, ni mi casa. Pensándolo bien, no puedo pensar con claridad algún aspecto en especial, no tengo más que bocetos de dónde vivo, de con quién vivo, qué hago y de quién soy. Entre más vueltas le doy al asunto, más absurdo me parece. Una luz cegadora me bloquea por unos segundos, espero un...

Una mañana en la playa

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Carlos tuvo una infancia irrelevante. Creció y terminó su educación esencial pero nunca tuvo la oportunidad de estudiar en la universidad ni tampoco se interesó mucho al respecto. Por cuestiones de necesidad económica para tener una vida más o menos decente, desde los veinte años, fue taxista; nunca se dedicó a nada más. Si no esperaba nada más del mundo, ¿por qué habría de salir de su rutina y su comodidad? Sin embargo, en búsqueda de un cambio en sus relaciones interpersonales, intentó tener romances, pero jamás pudo establecer nada serio con nadie, nunca funcionó. Prefería el amargo sabor de la cruda soledad, antes de estar con alguien que no le ofreciese verdadera compañía. A sus cincuenta años ya había tenido un infarto, sus problemas de asma habían regresado después de casi veinte años de no haber mostrado ni una aparición, tenía dolores en la espalda y comenzaba a tener artritis en las manos. A pesar de ser tan joven, no había resistido tanto como otros hombres a esa edad. ...

La fábrica de monedas

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                                                  Era 1938 y yo tenía 8 años cuando vivía con mi padre en un pequeño pueblo de un país que hoy no existe más. A pesar de estar en tiempos difíciles, todas las mañanas íbamos a la fábrica de monedas del condado, que quedaba cerca de nuestra casa. Observábamos todo el proceso de fabricación y después conservábamos las monedas defectuosas, era un pasatiempo exclusivamente nuestro. Recuerdo a la perfección cada etapa. El primer paso era la fundición del metal a temperaturas horrorosas para crear las láminas de plata con el grosor correcto, seguido de la perforación de la lámina con una prensa, es decir, una máquina enorme que con una fuerza inmensa cortaba la tira de metal para sacar el cospel; un círculo perfecto. Aquellas que no quedaban como circunferencias exactas, volvían a fundir...