Niágara Falls

Encontré un espacio bastante cómodo entre unos árboles donde apenas llegaba la luz. Sentí entre mis dedos el césped, frío como la noche. A pesar de ser poco más de las once, las multitudes habían desaparecido y en su lugar quedaba la música de la corriente y sus toneladas que caían a sesenta metros de altura; era un espectáculo fascinante, interminable. Podría presenciarlo toda la vida. Cerré los ojos. Me dije que, si no dormía en aquel momento, que hacía buen clima y que ninguna persona estaba ahí para molestar, no lo haría después. No lo logré inmediatamente; mi instinto no me dejaba dormir, ¡estaba en la calle, por el amor de Dios! Traté de ocupar mi mente, seguramente así lo conseguiría. Recordé al joven que conocí unas horas antes, ¿me había dicho su nombre? Ni idea. Me dijo que vivía cerca de lugar, pero que casi nunca venía; eso me sorprendió muchísimo, ¡tantas personas que viajaban larguísimas distancias sólo para llegar aquí! «después de venir varias veces, ya ...